Comentario
A la llegada de los indoeuropeos a Grecia continental y a las costas egeas de Anatolia, corresponde la expansión de una cerámica muy característica denominada miniana debido a su acreditación primera en Orcómenos, la patria del rey Minias. Con una superficie mate, de color gris (naranja o amarillo en la zona asiática), de tacto untoso, parecido al jabón, las formas de este tipo cerámico son escasas pero muy representativas: la copa de pie alto con bandas horizontales y diminutas asas, precedente de la clásica cílica (kylix); el prototipo del cántaro (kantharos), una copa baja y ancha con enormes asas verticales, y jarras. Los perfiles son de buen diseño, con sus partes claramente diferenciadas mediante finas aristas y claros cambios de orientación. Parece una imitación de formas metálicas y es de muy buena calidad, tanto por el barro empleado como por su cocción; el resultado son unas apreciadas vasijas con un aspecto exterior de dureza, similar a las formas de metal o de piedra. A falta de otros materiales, esta cerámica del Heládico Medio es un fiel anticipo de lo que será el gusto micénico: formas bien estructuradas, con predominio de la simetría, y simplicidad de diseño.
La cerámica miniana compartió su expansión con otro tipo, decorado con pintura mate sobre fondo claro, mal llamado cerámica de Egina, de tradición local no sólo de las islas sino también del territorio continental, desde antes de la llegada de los aqueos. Sus formas son también parcas: cuencos, jarras y tinajas de tamaño medio. La decoración, de color castaño negruzco sobre fondos amarillentos o levemente verdes, es lineal y compuesta de motivos geométricos: líneas cruzadas, círculos radiados y bandas formando cuadros, con un sentido tectónico que coincide con el gusto aqueo por las composiciones bien delimitadas.
A partir de estos precedentes, con el inicio del Heládico Reciente o período Micénico, hacia 1600, comienza una serie de estilos cerámicos de gran interés. Las formas vasculares halladas en los círculos de tumbas de Micenas o en otras tumbas de fosa de este período son básicamente las anteriores, a las que hay que sumar piezas importadas de Creta, inmersa entonces en pleno estilo naturalista, con el estilo floral completamente desarrollado y en los primeros pasos del estilo marino. Muchas vasijas de estas tumbas son imitaciones regionales de los ejemplares cretenses.
A partir de ahora, y con los precedentes anteriores, es fácil comprender lo que ocurrirá con la cerámica micénica: a las formas propias, así como a aquellas que adopte de Creta y las islas, junto a algunas formas nuevas, se les dotará de una decoración básicamente minoica pero, eso sí, organizada al modo tectónico, ordenado y racionalista. Es el estilo de Palacio que aparece en el de Cnosós dominado por los aqueos y cuyo origen, en el continente, es algo anterior, hacia 1500-1450. En este momento de apogeo, el repertorio de formas cerámicas se amplía de modo considerable; los micénicos inventan formas nuevas y modifican otras, dando lugar a un muestrario de hasta 68 perfiles distintos y de diferentes tamaños, en el Micénico Reciente y el Submicénico.
Entre las novedades destacan las copas efíreas (de Efíris, cerca de Corinto), lo más parecido a copas de champán; las cráteras, grandes vasijas de boca ancha con dos asas horizontales y un pie prominente; o la jarra de estribo, vasija globular con asa doble en la parte superior y pico vertedor descentrado. En general, se aprecia una disminución de la longitud de cuellos y picos frente a un progresivo ensanchamiento de las panzas, con formas muy globulares o abiertas y un afianzamiento de las vasijas, al dotarlas de amplios pies que equilibren la masa del recipiente. Otro aspecto de la evolución de estas vasijas es la pérdida de las múltiples asas en favor de aquellas formas simétricas, de dos asas, que permiten una más clara axialidad en los recipientes. Todos ellos están decorados con motivos marinos y florales estilizados, junto a otros puramente geométricos, colocadas ordenadamente. Siguiendo esta disposición, surge un estilo de metopas, caracterizado precisamente por espaciar la decoración a modo de triglifos y metopas, entre bandas paralelas más o menos anchas. El estilo de metopas o estilo cerrado, muestra una proximidad notable con la esencia del arte griego geométrico, al que preludia en cierto modo.
En el período final del Micénico Reciente, junto al estilo anterior, surgen otros, también muy característicos. Uno de ellos es llamado estilo del granero, por haber aparecido en gran número en la casa de este nombre en Micenas, y se caracteriza por sus series horizontales de círculos pintados. El segundo es el estilo denso o tupido, con un tratamiento dibujístico, de tipo lineal y muy estilizado, de los temas de origen minoico reducidos a la mínima expresión, tales como unos escuálidos pulpos o unos trazos curvos en vez de tentáculos de los argonautas, por ejemplo. Este es uno de los caudales básicos del período Submicénico, tras la caída de los palacios.
Paralelamente a los anteriores, el estilo heládico-levantino, o también pictórico, constituye una variante muy interesante del estilo desarrollado en los frescos murales, con representaciones de escenas de caza, de guerra y de procesiones en carro, con características similares a la de las pinturas parietales.
Casi todas estas cerámicas del siglo XIII eran fabricadas para la exportación y se hallan diseminadas por todo el Mediterráneo y Oriente; aparecen incluso en zonas consideradas marginales en este período, como pueden ser las costas del mar Negro, Sicilia o la propia Península Ibérica, a la que han llegado algunas piezas.
Uno de los ejemplares más llamativos de este momento, en torno a la construcción de los palacios micénicos o poco después, a comienzos del siglo XII, es el Vaso de los guerreros, aparecido en la casa de este nombre de Micenas. En una ancha banda de una crátera, una fila de guerreros camina en orden, despedidos por una mujer joven que alza los brazos. El armamento de los soldados ha sufrido una variación importante; los escudos son ahora pequeños y con una escotadura, no como los grandes escudos rectangulares o en forma de ocho, altos como torres, que llevaban los héroes homéricos, según los conocemos por otras representaciones. En vez de la espada, el arma ofensiva es ahora la lanza, de cuya asta cuelga una bolsa, probablemente con la comida de los guerreros; sus cascos con cuernos y penachos no son los conocidos cascos de cuero con colmillos de jabalí, típicos de los guerreros micénicos clásicos. En este vaso, el pintor se hace eco de las novedades armamentísticas del momento, de cuya efectividad serán víctima los propios micénicos.
Una variante del estilo pictórico se ha querido denominar estilo salvaje, debido a las figuras pintadas, verdaderas caricaturas de animales y escenas humanas, mitad monstruosas, mitad cómicas. La cerámica del período Submicénico ofrece una mayor simplificación, respecto a la variedad de estilos y temas del Micénico III. En el continente, los alfareros seguirán decorando sus obras con el estilo tupido, cada vez más evolucionado y entremezclado con algunos temas pictóricos, reducidos ya a la caricatura. En las islas, el estilo heládico-levantino se mantuvo durante mucho tiempo, con cambios, dando lugar a escuelas regionales de tradición micénica, de las cuales la más importante se instala en Chipre, donde el recuerdo de los temas micénicos, así como la escritura silábica Lineal B, perduraron hasta más allá de la Edad Oscura, avanzado el período geométrico.